Obesidad y Microbiota

¿Qué es la obesidad?

La obesidad es una enfermedad crónica y compleja, caracterizada por una acumulación excesiva de grasa corporal que compromete la salud.

En la mayoría de los casos, se trata de una condición multifactorial, resultado de la interacción entre un entorno obesogénico, factores psicosociales y variantes genéticas. En un subgrupo de pacientes, se pueden identificar causas más específicas como el uso de determinados medicamentos, la presencia de enfermedades, procedimientos médicos o síndromes genéticos.

Diagnóstico

La OMS define el sobrepeso y obesidad como una acumulación anormal o excesiva de grasa que supone un riesgo para la salud.

El diagnóstico se efectúa midiendo el peso y la estatura de las personas y calculando el índice de masa corporal (IMC): peso (kg)/estatura2 (m2). Este índice es un marcador indirecto de la grasa, por lo que existen otras mediciones, como el perímetro de la cintura, que pueden ayudar a diagnosticar la obesidad.

Población adulta

Sobrepeso: IMC igual o superior a 25.

Obesidad: IMC igual o superior a 30.

Niños de 5 a 19 años

Sobrepeso: IMC para la edad superior a una desviación típica por encima de la mediana de la referencia de crecimiento de la OMS.

Obesidad: IMC para la edad superior a dos desviaciones típicas por encima de la mediana de la referencia de crecimiento de la OMS.

Niños menores de 5 años

Sobrepeso: peso para la estatura superior a dos desviaciones típicas por encima de la mediana de los patrones de crecimiento infantil de la OMS.

Obesidad: peso para la estatura superior a tres desviaciones típicas por encima de la mediana de los patrones de crecimiento infantil de la OMS.

Prevalencia

La obesidad representa un grave problema de salud pública mundial, su prevalencia ha aumentado rápidamente en las últimas cinco décadas, afectando aproximadamente a 1/5 de la población mundial. 

En Argentina 6 de cada 10 adultos presentan exceso de peso. En la población infantil y adolescentes (5 a 17 años), el 41% padece sobrepeso u obesidad, con una prevalencia del 20,7% y 20,4%, respectivamente.

Complicaciones

El sobrepeso y la obesidad son importantes factores de riesgo de algunas enfermedades crónicas, incluidas enfermedades cardiovasculares tales como las cardiopatías coronarias y los accidentes cerebrovasculares, que son las principales causas de defunción en todo el mundo. Asimismo, el sobrepeso puede dar lugar a la diabetes y sus trastornos asociados, en particular la ceguera, las amputaciones de extremidades y la necesidad de diálisis.
El exceso de peso puede provocar trastornos osteomusculares tales como artrosis. Además, la obesidad está relacionada con algunos tipos de cáncer, entre ellos los de endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñón y colon. El riesgo de desarrollar estas enfermedades no transmisibles aumenta aunque el sobrepeso sea muy leve, y se agrava a medida que se incrementa el IMC.

La obesidad en la infancia guarda relación con una amplia gama de complicaciones de salud graves y un mayor riesgo de aparición prematura de enfermedades asociadas. Algunos estudios revelaron que sin intervenciones, los niños y adolescentes obesos probablemente lo seguirán siendo en la edad adulta.

Obesidad y síndrome metabólico

La obesidad ha alcanzado niveles epidémicos en todo el mundo, está aumentando debido a la dieta occidental y los malos hábitos de vida, y es una afección que generalmente se asocia con una acumulación excesiva de grasa, resistencia a la insulina e inflamación crónica de bajo grado. Esta enfermedad está altamente asociada con el síndrome metabólico que se caracteriza por resistencia a la insulina, dislipemia, aumento de la circunferencia de la cintura, intolerancia a la glucosa e hipertensión. Tanto la obesidad como el síndrome metabólico están estrechamente relacionados y ambos se asocian además con la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular.

La mayoría de los parámetros relacionados con el síndrome metabólico pueden atenuarse con la fibra dietética, numerosos estudios demuestran que las personas con dietas ricas en fibra presentan:

Menor aumento de peso y circunferencia abdominal.

Niveles más bajos de glucosa e insulina en ayunas.

Reduciendo la inflamación de bajo grado.

Mayor diversidad bacteriana y mejor control metabólico.

Microbiota intestinal en la obesidad

Hay una relación intrínseca entre la sobreacumulación del tejido adiposo y la composición de la microbiota. 

La microbiota intestinal influye en el tejido adiposo, entre los principales mecanismos identificados en la evidencia se reportan nexos fisiológicos entre la composición de la microbiota y la modulación de la inflamación, permeabilidad intestinal y adipogénesis.

Microbiota intestinal, permeabilidad intestinal e inflamación en la obesidad

La microbiota intestinal es un ecosistema complejo que participa activamente en el metabolismo energético, la regulación inmunológica y la homeostasis metabólica. En individuos con obesidad, múltiples estudios han evidenciado un estado de disbiosis, caracterizado por menor diversidad bacteriana y un desequilibrio en la proporción de los principales filos intestinales, particularmente Firmicutes y Bacteroidetes. Esta alteración no solo modifica la capacidad de la microbiota para fermentar fibras y producir metabolitos beneficiosos (principalmente ácidos grasos de cadena corta), sino que también influye en la forma en que el organismo extrae y almacena energía de la dieta.

La obesidad está acompañada de un estado de inflamación crónica caracterizado por la producción persistente de citoquinas proinflamatorias y mediadores inmunes. Esta respuesta inflamatoria se origina tanto en el tejido adiposo expandido como en la interacción con la microbiota intestinal, y constituye un mecanismo central en el desarrollo de resistencia a la insulina y complicaciones metabólicas. La modulación de los mediadores inflamatorios IL-6, Proteína C Reactiva y TNF-α, no solo ofrece posibilidades de controlar la inflación sino también de prevenir o controlar las complicaciones asociadas. 

Los niveles de acetato, butirato y propionato son elementos reguladores de la inflamación, reducen la producción de citoquinas proinflamatorias (TNF-α, IL-6, IL-1β) y aumentan la liberación de citoquinas antiinflamatorias (IL-10). Si el perfil de AGCC está alterado, contribuye a una respuesta inflamatoria crónica, lo que aumenta el riesgo de desarrollar obesidad y sus comorbilidades. 

La restauración de un perfil equilibrado de AGCC emerge como una estrategia clave para mitigar la inflamación y mejorar la salud metabólica en individuos con obesidad.

La microbiota intestinal es un elemento fundamental en la modulación de la permeabilidad intestinal, ya que es importante para mantener la integridad de la barrera epitelial. El butirato es el principal sustrato energético de los colonocitos (células del epitelio intestinal) y tiene un papel fundamental en el refuerzo de las uniones estrechas (tight junctions) que mantienen cohesionadas a las células epiteliales. Cuando la microbiota produce menos butirato, la barrera intestinal se debilita y aumenta la permeabilidad intestinal, lo que permite que moléculas que normalmente deberían permanecer en la luz intestinal atraviesen la mucosa.

Entre las moléculas que logran atravesar se encuentran los lipopolisacáridos (LPS), componentes de la membrana de bacterias Gram negativas. Una vez que los LPS pasan a la circulación, activan receptores inmunológicos como TLR4, generando una respuesta inflamatoria sistémica. Este fenómeno, conocido como endotoxemia metabólica, se considera un puente central entre disbiosis, inflamación crónica de bajo grado y obesidad. 

La inflamación persistente promovida por los LPS y otros productos bacterianos afecta la señalización de la insulina, contribuyendo a la resistencia insulínica. Como consecuencia, el organismo no utiliza la glucosa de manera eficiente, se favorece el almacenamiento de grasa y se producen alteraciones en el metabolismo de los lípidos y de la glucosa. Esta situación establece un círculo vicioso, ya que la disbiosis y el aumento de la permeabilidad intestinal alimentan la inflamación crónica, lo que a su vez empeora la obesidad y aumenta el riesgo de enfermedades asociadas como diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular e hígado graso no alcohólico.

Microbiota intestinal y regulación del apetito

El control del apetito no depende únicamente de las calorías ingeridas, sino de un complejo entramado de señales entre el intestino, el tejido adiposo y el sistema nervioso central. Entre estas señales destacan los péptidos anorexígenos, moléculas que inducen saciedad y disminuyen la ingesta de alimentos. Los más importantes son el glucagón tipo 1 (GLP-1) y péptido YY (PYY), secretados por las células L del intestino, junto con la leptina, producida en el tejido adiposo. Hoy sabemos que la microbiota intestinal juega un papel clave en la regulación de estos péptidos y, en consecuencia, en el control del apetito y del peso corporal. 

Los AGCC aumentan la saciedad, enlentecen el vaciamiento gástrico y mejoran la homeostasis glucémica. Una microbiota diversa y equilibrada favorece estos mecanismos, mientras que la disbiosis observada en la obesidad altera la producción de AGCC, afectando la regulación del apetito y el metabolismo energético.

Rol de los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) en la obesidad:
Los AGCC (acetato, propionato y butirato) son los principales mediadores entre la microbiota, la dieta y la salud del huésped. Se producen durante la fermentación colónica de fibras como la inulina, los fructooligosacáridos y el almidón resistente. Estos compuestos modulan el metabolismo energético actuando en distintos niveles: estimulan la secreción de hormonas intestinales de saciedad: péptido GLP-1 y PYY, mejoran la sensibilidad a la insulina, regulan la gluconeogénesis hepática, favorecen la oxidación de ácidos grasos y disminuyen la lipogénesis. En personas con obesidad se ha observado un perfil alterado de AGCC, con reducción de butirato y desbalance en la proporción de acetato y propionato, lo que impacta negativamente en la regulación metabólica.

Principales beneficios de la fibra prebiótica: INULINA

Restaura la diversidad y función de la microbiota intestinal.

Fortalece la barrera intestinal y reduce la inflamación.

Favorece la producción de AGCC, reguladores del metabolismo.

Mejora el control glucémico e incrementa la sensibilidad a la insulina.

Reduce lípidos sanguíneos y riesgo cardiovascular.

Favorece la saciedad disminuyendo el apetito importante para la prevención del sobrepeso y obesidad.

Modula la expresión génica y la inmunidad intestinal.

Abordaje terapéutico de la microbiota en la obesidad

Además de promover la adopción de hábitos alimentarios más saludables y el incremento sostenido de la actividad física, en función de la evidencia expuesta, se señala la necesidad de avanzar hacia enfoques terapéuticos más integrales para el manejo de la obesidad. En este contexto, la administración de prebióticos y probióticos es una estrategia clave para el abordaje de esta compleja condición de salud.

Microbiota intestinal

La microbiota intestinal desempeña un papel determinante en la regulación del peso corporal y el metabolismo energético. En individuos con obesidad, se observa con frecuencia un estado de disbiosis intestinal, caracterizado por un desequilibrio en la composición y función de las comunidades microbianas. Este desbalance contribuye a la alteración de procesos clave como la absorción de nutrientes, la regulación del apetito y la respuesta inflamatoria.

Cepas probióticas

La administración de cepas probióticas en la obesidad como Lactobacillus rhamnosus, Bifidobacterium longum y Akkermansia muciniphila mejoran la sensibilidad a la insulina, reducen marcadores inflamatorios, modulan la composición bacteriana y se asocian a una reducción significativa de la masa grasa logrando una pérdida de peso sostenible en el tiempo.

Prebióticos y probióticos

El uso conjunto de prebióticos y probióticos ha demostrado ejercer un efecto sinérgico en el restablecimiento de la homeostasis intestinal. Dichos compuestos favorecen el incremento de la diversidad bacteriana y la proliferación de especies beneficiosas, lo que se traduce en una mayor producción de AGCC. Estos metabolitos cumplen funciones esenciales: refuerzan la barrera intestinal al disminuir la permeabilidad, reducen la inflamación sistémica, regulan el apetito y promueven una mejora del perfil metabólico general.

En síntesis, la incorporación de intervenciones dirigidas a modular la microbiota, como el uso de prebióticos y probióticos, representa un campo de gran potencial dentro de la terapéutica de la obesidad. Su integración a estrategias convencionales favorece un abordaje más completo y eficaz, orientado no solo a la pérdida de peso, sino también a la mejora sostenida de la salud metabólica y al control de las complicaciones asociadas.

Prevención

El sobrepeso y la obesidad, así como las enfermedades no transmisibles son en gran medida prevenibles y manejables.

Medidas preventivas

A nivel individual se pueden adoptar una serie de intervenciones preventivas en cada etapa del ciclo vital. Estas medidas incluyen:

Velar por el aumento de peso adecuado durante el embarazo

Practicar la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses

Promover una alimentación saludable

Actividad física

Conducta de sueño

Limitar el tiempo frente a las pantallas

Evitar bebidas y alimentos de alto contenido calórico ricos en grasas y azúcar

Fomentar el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos.

Estrategias de prevención

Dentro de las estrategias de prevención de la obesidad y sus comorbilidades, se destaca la ingesta de prebióticos y probióticos. Los prebióticos como la inulina, son compuestos no digeribles ni absorbibles que estimulan selectivamente el crecimiento de bacterias beneficiosas en el tracto gastrointestinal. Una vez fermentada, la inulina da lugar a la producción de AGCC (acetato, propionato y butirato), metabolitos que inducen saciedad, retrasan el vaciamiento gástrico y mejoran la homeostasis glucémica, regulando tanto el apetito como el metabolismo energético. Mantener un equilibrio adecuado en la composición y función de la microbiota contribuye a prevenir la inflamación sistémica de bajo grado, reducir la permeabilidad intestinal y limitar la expansión del tejido adiposo.

Fuentes

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